Cuando somos pequeños, construimos muchas de nuestras creencias sobre el mundo, sobre los demás y sobre nosotros mismos, por ejemplo: «no soy capaz». Algunas de estas creencias nos ayudan a avanzar, pero otras se convierten en barreras invisibles que limitan lo que creemos que somos capaces de hacer. Una de las metáforas más potentes para entender este proceso es la del elefante encadenado, popularizada por Jorge Bucay.
El elefante que creía en «no soy capaz»
La historia dice así:
Cuando un elefante de circo es pequeño, lo atan a una estaca clavada en el suelo con una cadena. Durante días, semanas e incluso meses, el elefantito intenta soltarse sin éxito. Lucha, tira, se esfuerza… pero la estaca es demasiado fuerte y él demasiado débil. Con el tiempo, deja de intentarlo. Aprende que no puede escapar y guarda la sensación de «no soy capaz».
Lo sorprendente es que, cuando ese elefante crece y se convierte en un animal imponente y poderoso, sigue atado a esa misma estaca. Podría arrancarla sin dificultad… pero no lo hace. ¿Por qué? Porque aún cree que no puede. Lo intentó muchas veces y fracasó. Ahora ya ni siquiera lo intenta.
Este elefante vive atrapado por una cadena que ya no tiene fuerza real. Lo que lo ata no es el hierro, sino una creencia que aprendió cuando era pequeño: «no puedo, no soy capaz».
Indefensión aprendida: cuando creemos que no hay salida
Este fenómeno psicológico se llama indefensión aprendida, y fue estudiado por primera vez en animales, pero también lo observamos frecuentemente en las personas. Se refiere a esa situación en la que, después de haber vivido repetidas veces una experiencia de fracaso o impotencia con creencias como «no soy capaz», dejamos de intentar cambiarla, incluso cuando las condiciones han cambiado.
Es algo que puede surgir en muchas áreas de la vida: en las relaciones, en el trabajo, en el aprendizaje, en el desarrollo personal… Si de niños escuchamos demasiadas veces frases como “tú no sirves para esto”, “mejor que lo haga otro”, “siempre te equivocas”, o si no se nos permitió explorar, equivocarnos y aprender, es muy probable que hayamos desarrollado creencias de incapacidad que todavía hoy nos limitan.
¿Y si la estaca ya no está clavada?
Uno de los trabajos más importantes en terapia consiste en revisar esas antiguas cadenas. Preguntarnos: ¿esto que creo de mí sigue siendo verdad hoy? ¿Sigo siendo ese niño/a indefenso o me he convertido en alguien con más recursos, experiencia y posibilidades?
Muchas veces, nuestras creencias se originaron en un contexto muy concreto: una etapa de la infancia, una experiencia dolorosa, un entorno donde no se nos permitió desarrollarnos con libertad o seguridad. En ese momento, la “estaca” era real. Tal vez sí que no podíamos hacer ciertas cosas. Tal vez dependíamos de otros para sentirnos protegidos, aceptados o valorados.
Pero el problema es que esas creencias quedaron instaladas en nuestra mente como si fueran verdades absolutas, y lo que en su día fue una limitación real, hoy puede ser solo un recuerdo, una interpretación que nunca fue actualizada.
Imagina que llevas años creyendo ese «no soy capaz» porque una vez, de niño, tartamudeaste al leer en voz alta en clase y te sentiste avergonzado. Esa escena quedó grabada en tu memoria emocional. A partir de ahí, evitaste exponerte, te convenciste de que no eras bueno para comunicar. Pero, ¿has probado a hacerlo de nuevo como adulto, desde otro lugar, con otras herramientas? ¿Y si hoy sí pudieras? ¿Y si esa estaca, tan firme en tu infancia, ya no está clavada?
Actualizar nuestras creencias implica observarlas con una mirada más compasiva y flexible. Preguntarnos con honestidad: ¿esto lo estoy evitando porque realmente no puedo o porque alguna vez creí que no podía?
Este proceso no consiste en forzarnos a actuar sin miedo o a convertirnos en alguien distinto, sino en reconectar con una parte de nosotros que sí tiene fuerza, valor y capacidad. Esa parte que ha vivido experiencias, que ha superado dificultades, que ha aprendido. Que, como el elefante adulto, ya tiene la fuerza para liberarse… si se lo permite.
Muchos de nosotros seguimos actuando en función de una parte del pasado que no se ha actualizado. Pero la realidad es que hemos cambiado. Y merece la pena preguntarnos si nuestras creencias han cambiado con nosotros… o si todavía nos atan como aquella estaca floja que, aunque ya no pueda sujetarnos, sigue ahí, solo porque nunca volvimos a comprobar si podíamos liberarnos.
Reconectar con nuestro poder de cambio
La metáfora del elefante encadenado no es una historia triste, sino una invitación a mirar dentro de nosotros mismos con compasión y curiosidad. ¿Qué cosas has dejado de intentar porque alguna vez no pudiste? ¿Qué sueños abandonaste por miedo a fracasar de nuevo? ¿Qué parte de ti sigue atada a una estaca que hoy podrías arrancar con facilidad?
Desde Centro de psicología Psintegra, acompañamos a muchas personas que han vivido con esas cadenas invisibles durante años y con esas creencias de «no soy capaz» de las que no logran desprenderse. Ver cómo empiezan a descubrir su cuerpo, a reflexionar sobre sus creencias y a reconectar con su valor personal es uno de los procesos más transformadores que existen.
Porque, al final, el elefante siempre tuvo la fuerza. Solo necesitaba recordar que podía usarla.