La adolescencia es una etapa en la que se experimenta mucha frustración, y a la vez una gran sensación de libertad. Es un periodo de transición hacia la adultez, y como tal, es posible que podamos sentir cierta desorientación sobre quienes somos y lo que queremos ser. Es un momento vital en el que necesitamos diferenciarnos para completarnos, y esta diferenciación, viene principalmente de nuestros progenitores. Al igual que nos separamos, necesitamos apegarnos, y esto, lo hacemos a través de los iguales, referencia que nos ayuda a definirnos, a sentirnos comprendidos y a compartir nuevas experiencias de manera conjunta.
Para profundizar algo más sobre la adolescencia, vamos a hablar del «proceso de individuación», al crecer, el niño desplaza sus inversiones afectivas por fuera, buscando la realización de sí mismo. Es un asunto individual, que al mismo tiempo no se puede hacer en solitario, es decir, se necesita del otro para llevarlo a cabo. Además es una cuestión de identidad, como hemos dicho anteriormente, es un paso hacia la independencia, y finalmente la adultez.
Por eso, la labor del adulto es tan importante. Para que se pueda crear un proceso de maduración exitosa, se necesita un ambiente facilitador y emocionalmente conectado. Y esto lo podemos desarrollar de diferentes formas:
- Generar normas, límites y responsabilidades: nos pensamos que en esta etapa el adulto, debe ser más estricto, porque de alguna manera quizá eso les proteja de cometer ciertos errores. Pero en realidad lo que necesitan es seguridad y autonomía, esto les va a ayuda a desenvolverse en los demás contextos de su vida y no únicamente en el familiar. Darles autonomía significa creer que son capaces de hacer algo por ellos mismos, no a través de los demás.
- Escucha sus nuevas necesidades. Como hemos dicho, la adolescencia es una época de cambios y de continua adaptación a los mismos. El sistema familiar se ve modificado, adaptarnos a las nuevas necesidades evolutivas que el adolescente desarrolla (mayor intimidad, nuevas sensaciones y experiencias, mayor tiempo con amigos…) es fundamental para que la transición fluya de manera sana.
- Negocia con tu hijo. Esto no significa que no haya enfrentamientos o conflictos, sino que podamos propiciar un clima en el que el adolescente pueda exponer sus necesidades, aunque no sean compatibles con las del adulto, y argumentar cómo conseguir satisfacerlas. En ningún momento queremos decir que se tenga que cumplir y aceptar todo lo que piden, sino que se les pueda dar voz y voto, aunque la decisión final será guiada por los padres.
- Déjale ser autónomo. Permite a tu hijo o hija explorar, equivocarse y responsabilizarse de sus errores. No hay mejor aprendizaje que aquel que es vivencial.
- Fomenta la confianza en la familia. Proporciona a tu hij@ un espacio para poder hablar de aquello que le aflige, sin juzgar, sin regañar solo escuchando y ayudando a pensar y reflexionar sobre aquello que le preocupa. Recuerda que no nos tienen que percibir como enemigos, sino como un refugio al que acudir cuando necesitan ayuda.
La adolescencia es una etapa complicada para tod@s, y sabemos que como tal, muchas veces vamos a sentirnos desesperados, pero es importante entender que nos necesitan.
Como adulto, recuerda esta etapa de tu vida, y pregúntate qué hubieras necesitado de tus figuras de apego, porque seguramente tengas muchas respuestas sobre cómo conectar con tu hij@ adolescente.
Si necesitas ayuda en la gestión y crianza, nosotras estaremos encantadas de atenderte.