Al escribir este post estamos queriendo poner voz a un tema bastante complicado en el ámbito de la salud mental. Las autolesiones son un estilo de afrontamiento ante el dolor emocional (también llamadas autoagresiones o automutilizaciones).
Pero, ¿por qué suceden?
Principalmente por la dificultad para tolerar el sufrimiento, no en cuestiones de capacidad, sino porque no se han desarrollado estrategias de afrontamientos saludables de regulación emocional.
Las razones en sí mismas pueden ser muy variadas, algunas de ellas pueden ser por que es una forma de sentir algo, ya que el vacío interno es demasiado invasivo. También puede ser una forma de bloquear recuerdos y desconectar a nivel sensorial ciertas experiencias dolorosas, asociados a sentimientos fuertes de rabia, soledad o desesperanza. A veces también es una forma de autocastigo por lo vivido o de poder sentir cierta sensación de control. Pero la razón con más función es la de necesitar ayudar, el dolor físico «alivia» el dolor emocional.
Una de las cosas que queremos dejar claras, es que la mayoría de las personas que se autolesionan desean dejar de hacerlo y, de hecho, lo pueden conseguir si desarrollan métodos eficaces de afrontamiento. Es importante entender y profundizar sobre qué y para qué ha llevado a hacer estas conductas porque será una forma de prevenirlas.
Por eso, si estás en esta situación o conoces a alguien que lo está, os proponemos una serie de pautas para reducir el riesgo de autolesión o de daño producido por las mismas:
- Cuando sientas el deseo de autolesionarte, PARA. Piensa qué tendría que cambiar en ti mismo, en tu entorno o en tus circunstancias para reducir ese deseo. Es importante que lo anotes, escribir nos ayuda un poquito a ponerlo fuera de nosotr@s.
- Realiza una cuenta hacia atrás, (del 10 al 0 o del 50 a 0) lo que necesites. Esto ayuda generar distanciamiento emocional consciente.
- Busca un elemento que esté cerca de ti, del espacio donde estás y, cada vez que tu pensamiento se dirija al pensamiento de la autolesión, vuelve hacia ese objeto y sitúate en el aquí y el ahora. Puedes fijarte en los colores, en la forma o en lo que te inspira ese objeto.
- Realiza una respiración diafragmática. Inhala cinco veces y exhala cinco veces, con lentitud, y a través de la nariz.
Puede que, a pesar de todo ello, sientas aún deseos de autolesionarte. Entonces, podemos probar que en el lugar donde pienses hacerte la autolesión, te pintes unas líneas en rojo con lo que tengas a mano como un bolígrafo rojo o pintura roja. Tenemos que darle salida a esa energía destructiva que se dirige hacía ti, por eso algunas de las cosas que te pueden ayudar son:
- Salir y hacer algo de ejercicio físico al aire libre.
- Gritar, llorar, si lo necesitas. Debes expresar corporalmente tus emociones.
- Frotarse con hielo la zona que de la posible autolesión.
- Tener un libro preparado para distraer el pensamiento.
- Empujar con las palmas de las manos con fuerza la pared pero sin golpearla.
Una vez que ha pasado el deseo de autolesionarte y la intensidad emocional ha disminuido, es momento de pasarlo a un plano más racional. Analicemos pensamientos, situaciones y emociones que te hacen sentir así (siempre que venga el impulso), y escribe un diario emocional, ya que es una forma de dialogar con tu dolor y poder familiarizarte con él y sanarlo.
Y por último, recomendamos buscar ayuda profesional, el sufrimiento es algo que no debe ser experimentado en soledad. No estás sol@ y nosotras estaremos encantadas de acompañarte en tu proceso.